15 de noviembre de 2008

A ver... [Actualizado con 'Comentarios a Álbumes']

..., acabo de rendir el segundo y último parcial de Lingüística General. Debería dar inicio a una maratón de día y medio, en que mis más feroces competidores son un puñado de oraciones de griego clásico, en que la meta, el clímax, es un nuevo parcial en un aula de mi querida Facultad de Filosofía y Letras -"Filo" o "Puán", ubicada en Puán al 400- bautizada, arriesgo que por las masas estudiantiles, "Boquitas", en honor, creo, al -recordarán quienes hayan egresado conmigo del ya lejano Pelle- soporífero libro de nuestro muy argentino autor Manuel Puig, quien estudió, aunque no estoy seguro de si también dio clases, en la mencionada Facultad.
Luego de este otro examen -ese que todavía no rendí, ese para el que no estoy preparado, ese que me gustaría no rendir-, e impulsados por cierta fuerza inercial del porvenir, que atrae hacia sí todo momento presente, nos vemos -mi diluido cerebro y yo- transportados, diría arrojados, hacia una nueva instancia triatlónica consistente en evidenciar oralmente ante alguna autoridad -constituida tal por el mismo proceso al que nos estamos viendo sometidos mi socavado cerebro y yo- que en efecto leí todo lo que dicha autoridad me instigó a leer. Si entendí, pues eso constituye jurisdicción de otro árbitro, acaso yo mismo. Nosotros mismos, mi agotado cerebro y yo. Amo mi carrera.


El audaz y arrebatado prolegómeno anterior, ramificado y autodesarrollado sobre la marcha, es un buen ejemplo de lo que se conoce como "stream of consciousness", e iba simplemente a que, como excusa para no empezar a practicar la bendita lengua de Solón -¿por qué nunca nadie recuerda al padre de la democracia ateniense, y por ende, occidental?-, actualizo el blog.
Les dejo un par de álbumes, los invito a que los escuchen y, si así lo desean, escribir dos palabras sobre alguno de ellos. Yo en algún momento haré lo propio [hecho; tampoco me gasté mucho que digamos].


Aladdin Sane (David Bowie) (1973)

Otra de las razones para aplaudir al Camaleón: a la hora de enfrentarnos con “Aladdin Sane”, su sexto álbum de estudio, estamos hablando de una música especial, fresca como pocas y a la vez opresiva, pantanosa, insoportablemente urbana, demoníaca. Increíble el aura mística-decadente que se respira a lo largo de todo el álbum, que serpentea por diversos géneros, cosechando, por lo demás, escandalosos éxitos en cada uno de ellos: rockea a todo trapo en ‘Watch That Man’, coquetea con una psicodelia oscura y lujuriosa en la pista titular, se manda grooves bluseros inhumanos en ‘Cracked Actor’ y ‘The Jean Genie’ y nos embarga de una belleza asfixiante en ‘Lady Grinning Soul’… Escuchar, escuchar es la clave, y dejarse llevar.

Court & Spark (Joni Mitchell) (1974)

Uno de esos discos quintaesencialmente hermosos, que nunca cansan, que uno tiene ganas de escuchar en todo momento, pero sobre todo en esos tiempos de reflexión íntima, cuando exploramos rincones secretos y olvidados de nuestro interior; en particular, se me ocurre, es ideal para acompañar tardes solitarias, de sobrecogedores autodescubrimientos, acaso de terribles conclusiones, de decisiones definitivas. La voz de Joni es ideal para susurrarnos sus verdades en esos momentos; en cuanto a la música, pues el buen gusto de que se precia esta cosa es de no creer: ya sea con un sencillísimo pero demoledor piano de fondo (en la canción que abre el álbum y le da título), con centelleantes rasgueos de acústica (‘People’s Parties’) o cuando pela la eléctrica y escupe ‘Raised On Robbery’, la canadiense te conmueve; esto es, en una palabra, música inmortal.

Remain In Light (Talking Heads) (1980)

Este disco es cosa de locos. Literalmente; de un loco como David Byrne, pero también para locos: me cuesta imaginar una persona por completo cuerda que pueda engancharse con música así. Música que, aclaro desde ahora y para siempre, es humanamente indescriptible. Vagos intentos de comentarla, sin embargo, son lícitos: el sonido de “Remain In Light” es un rito tribal, una masa machacona y funky, plena de cánticos voluptuosos pergeñados para alimentar nuestro costado más sofisticado y, a la vez, entretener nuestro yo más primitivo y salvaje. Hay ritmos complejísimos –tanto que cuesta acostumbrarse– pero siempre efectivos, apabullantes armonías vocales, estribillos pegadizos como el que más, y, para coronarlo todo, una performance grupal que es para sacarse el sombrero. Los Talking Heads hicieron acá algo groso, algo verdaderamente seminal.

Murmur (R.E.M.) (1983)

Se sorprenderán de esta elección. Pasa que, por más que el mundo no esté aún enterado, Stipe y compañía son bastante más que ‘Everybody Hurts’ y ‘Losing My Religion’. Temas que están bien, pero, a mi juicio, no llegan a las alturas que supieron alcanzar en sus gloriosas épocas tempranas. Este disco en particular –el debut en larga duración– parece un puto compilado de temazos. Todos y cada uno de los temas tienen algo que ofrecer: un break de guitarras por acá, algún inolvidable gancho vocal más allá, más de un brillante riff acústico dando vueltas. Los decibeles se mantienen bajos de principio a fin; ningún tema rockea claramente, y para colmo, la voz-murmullo del cantante -haciendo honor al título del álbum- hace que todo parezca estupendo para una buena siesta, pero de alguna manera, la banda hace maravillas por todos lados. Y el que no me crea, remítase sencillamente a escuchar un ‘Radio Free Europe’, un ‘Talk About The Passion’, un ‘Shaking Through’, y que intente no estremecerse de emoción.


The Queen Is Dead (The Smiths) (1986)


El disco fundamental de esta bandita de baratos imitadores de los Byrds. Al diablo con él.
Sí…, algo así diría si esta cosa no fuera condenadamente genial. Reconozco que tardó en pegarme: por mucho tiempo, escuchaba esta seguidilla de inofensivas viñetas confesionales y me preguntaba, desesperado: ¿Esto es la obra maestra que todos pregonan? Carajo, estaré loco, o sordo, o me habré vuelto finalmente estúpido, pero me pierdo lo verdaderamente groso acá. Bueno, algo así pensaba, hasta que un día me puse a escuchar con detenimiento la seguidilla en cuestión, y, sin previo aviso, pude apreciar el abrumador atractivo de los arreglos, la belleza sutil de las melodías, la humilde perfección del tono embrujado que saca Marr de su guitarra. Además, me di cuenta de que ‘Bigmouth Strikes Again’ es un himno total del rock, y de que el quiebre eléctrico antes del estribillo es una de las cosas más increíbles que le pueden pasar a un par de oídos mortales. Eso, nomás.


Disintegration (The Cure) (1989)

Lejos de cansar, ‘Disintegration’ te va absorbiendo, chupando, cada vez más y más, hasta que quedás completamente enamorado de su imponente atmósfera. Ok, será más depresiva que ‘Kid A’ y ‘The Wall’ juntos, pero hay que ver QUÉ atmósfera depresiva consiguen Smith y sus muchachos. Los sonidos se articulan, tranquilamente, uno a uno, se apilan, se entrecruzan, fluyen por sus cauces, derivan por todos los resquicios de la imaginación, hasta que configuran una inimitable y majestuosa pintura sónica de la más formidable solemnidad y belleza. Es, realmente, como una aplanadora sinfónica que aplasta los sentidos sin piedad y avanza sobre el alma, empequeñeciéndonos. No hablemos ya de canciones –esto no es desarticulable en sus partes componentes–, sino de la impagable experiencia que entreteje el conjunto: la límpida profundidad que subyace a esta música que, recordemos, es ejecutada por sólo una banda de rock, es todo menos explicable. Como siempre, invito con humildad a empaparse los sentidos con este ritual cuasi-religioso elaborado de sonidos.

The Mollusk (Ween) (1997)

El dúo-parodia Ween es una de esas bandas de culto que definitivamente no suenan muy a menudo en la radio, pero que guardan un par de sorpresas agradables para quien se sumerja en su discografía. Dejo acá su obra más reputada –entre nerds musicales, que son los únicos que la conocen–, la cual, si bien no es el álbum más consistente de que tenga noticia, aborda una variedad de humores, estilos y arreglos que da gusto. La enigmática ‘Mutilated Lips’, la progresiva ‘Buckingham Green’, la extravagante ‘Polka Dot Tail’, la bellísima ‘It’s Gonna Be (Alright)’ o la resonante rendición de ‘Cold Blows The Wind’ son algunos de los pilares de este disco que parece realmente singular en el contexto de la época en que salió. Y sí, es cierto que los bufones estos pueden a veces sonar muy retro –tal vez por eso me gustan–, pero el toque personal, la vibra moderna, está. Ahí está su sello distintivo. Yo, por lo menos, no imagino a ninguna de mis bandas preferidas de los ‘60 titulando a un tema ‘Waving My Dick In The Wind’.

Yoshimi Battles The Pink Robots (The Flaming Lips) (2002)

Ya lo comentó Pablo: “Yoshimi” es como una droga. Otro que incorpora, a cierto regusto de rock clásico, ínfulas electrónicas y valores de producción más contemporáneos que vienen como anillo al dedo. ¿Cómo imaginarse ‘Fight Test’, ‘Do You Realize?’, ‘It’s Summertime’ sin de sus detalles modernosos? Yo no puedo. Sin hablar de que cada una de estas canciones, más allá de adornos y embellecimientos –los que, si queremos ser esencialistas, no pueden sino quedar fuera de consideración–, es una tremenda gema melódica en sí misma, adictiva a más no poder, que pasará días enganchada a su cerebro cual piojo al cuero cabelludo –¡qué metáfora eh!; tiembla Andy–. Imposible resistirse. [wow, qué pocas ganas que tengo de escribir a esta altura]